Tiempo de arena

Hace tiempo que no escribo, es cierto.

Conozco el lugar, lo miro nuevamente y todo parece nuevo.

Escritora manca, escritora muda, escritora sorda.

Solo escuchando el sonido de otros
y no mirando a mi misma,
o cuando me miro a mi misma tanto tiempo asustada
pensando no encontrar nada.

Paralizada -Medusa- quedaste en tu mirada...

Mis amigos me dijeron que estaba perdida;
nada más lejos de vuestro juicio, queridos.

Aqui me encuentro, me he dado un batacazo de cuidado,
un chapuzon de realidad absoluta,
un buen corte de mangas.

Me he estado estrangulando durante años,
jugando al ahorcado con mi conciencia,
tapando con montones de estiercol
una estrella caida del cielo para que no brillara,
para que no molestara su brillo y su presencia.

Pero ahora veis, me rindo, ya no puede ser:
ya no puedo más.

El sabor de la derrota tan temida no es más que humo en mis pulmones.

Tanto miedo al miedo que me paralizaba...

Renuncio a tener que arrepentirme todo el tiempo,
de lo que hago, de lo que no hago,
de lo que controlo, de lo que no puedo controlar.

Hace poco me hicieron un extraño regalo
un reloj de negra escoria magnética
que cuando cae dentro del vidrio dibuja formas aleatorias,
como afiladas agujas...

Lo guardé, algo en él me asusta.

No me agrada cortar el tiempo,
atraparlo como una mariposa,
congelarlo en tan oscura materia.

Prefiero pues, pensar como los antiguos
que el tiempo es arena,
que no puede ser atrapado,
que no puede ser domado,
que se escapa, que vuela,
que revela la verdad
que vuelve a la materia de la que somos materia,
polvo al polvo, tiempo de arena.